Comentario
Duccio di Buoninsegna, nacido en Siena, en las proximidades de 1260, es bastante conocido documentalmente para el período anterior a 1308 en que contrataba su Maestá. Se sitúa precisamente en este momento su Madonna Rucellai (1285), y para algunos historiadores, la vidriera de la catedral de Siena (1287-1288), atribuida por error durante un tiempo a Cimabue, y la Madonna de los franciscanos (finales del siglo XIII). Estos datos referidos a un Duccio pintor, abarcan desde 1278, pero no todos corresponden a su vida profesional. Hay referencias también a su esfera privada, entre ellas la relativa a una cuantiosa multa que se vio obligado a pagar, ignoramos por qué concepto.Desgraciadamente, frente a esta realidad documental, es muy escasa su obra conservada. Se han perdido, por ejemplo, entre otras realizaciones, las "bicherne" que pintó para el Común de Siena, aunque se conserve en su mayor parte la Maestá, el proyecto más ambicioso de cuantos sabemos realizó.Contratada por el pintor con destino a la catedral de Siena el 9 de octubre de 1308, fue entregada ya concluida el 9 de junio de 1311. Se trata de una obra compleja, tanto desde el punto de vista formal como desde el iconográfico. Aún hoy el primer aspecto es objeto de discusión. La tabla, que estaba pintada por sus dos caras, se partió por la mitad y se subdividieron asimismo en pequeñas tablillas los restantes episodios que la componían.Precisamente estas vicisitudes por las que ha pasado la pieza, convierten su hipotética organización inicial en un problema para los especialistas. Los intentos de reconstrucción han sido varios, pero la opinión de John White parece la más fundada. La composición principal (la Virgen entronizada entre santos, ángeles, etc.) se acompañaría, según él, de un bancal con escenas de la infancia de Cristo, y en la zona alta se distribuirían escenas relacionadas con la vida de la Virgen, entre ellas el Anuncio de su Muerte y su Entierro. En la cara posterior, por el contrario, se emplazarían los episodios comprendidos entre la muerte y el Pentecostés en la zona alta, un ciclo amplio de la Pasión en la central, y secuencias de la Vida Pública de Cristo en el bancal.La obra constituye el mejor escaparate para conocer a Duccio. Por un lado, su estado óptimo de conservación permite apreciar el gran oficio del artista y su notable sensibilidad en lo que al uso del color se refiere (aún hoy estas calidades pictóricas son lo más atractivo y sorprendente de la misma), pero, por otro lado, permite calibrar la extensión del repertorio iconográfico utilizado, cuyo impacto en artistas posteriores es notorio. La Entrada en Jerusalén de Pietro Lorenzetti en Asís, por ejemplo, la propia escena principal, que, aunque no es original de Duccio, inspira la composición de Simone Martini para el Palacio Público de Siena, son testimonio de ello.La Maestá es la realización más madura de Duccio. Desde la Madonna Rucellai, donde sus conexiones con Cimabue son evidentes, hasta ésta, el pintor se ha ido haciendo permeable al lenguaje giottesco y el interés por el espacio y por la tridimensionalidad de la pintura se detecta ya claramente aquí. La ambientación de ciertos episodios (Lavatorio, Santa Cena, etc.) es muy reveladora de lo que apuntamos.